18.11.08

Quantum of Solace



Qué aburrida que es Quantum of Solace, my god. No soy fanática de James Bond y vi pocas películas –todas las de Brosnan y alguna que otra de Roger Moore y Sean Connery-; de hecho, creo que la mayor parte del imaginario de la saga me viene de las parodias tipo Austin Powers. Pero Casino Royale me había gustado mucho, sobre todo por Daniel Craig, que creó un Bond igual de british que los anteriores pero más oscuro y tenso, encantador por su actitud prepotente más que por su humor deadpan. Pero en esta película está todo mal. Las escenas de acción no se entienden, uno nunca sabe de dónde vienen los tiros o golpes; el montaje frenético con miles de cortes y planos cerrados crea solo una abstracción de ruidos e imágenes sin posibilidad de ver en ella algo parecido a una narración. No tiene mucho sentido que Daniel Craig haya hecho todos sus stunts, rompiéndose algunos huesos en el camino, si da lo mismo que sea él o un doble el que está colgando de una cuerda, porque casi no hay planos generales largos que permitan verlo poniéndole el cuerpo al personaje. Un desperdicio, porque se nota que Craig se toma su laburo en serio y su carisma solo se banca gran parte de la película, pero no alcanza. El villano tampoco funciona: Mathieu Amalric es un gran actor que acá está un poco sobreactuado, quizás por querer darle a su personaje una densidad que no está en el guión; quizás porque, al contrario de la mayoría de los malos de Bond, no tiene ninguna deformidad física (aunque su mirada intensa y felina basta y sobra para connotar perversidad) y quiso compensar por algún lado. Pero Amalric termina haciendo ruido en un universo en el que Bond es puro músculo y tiene pinta de no aguantarle un segundo la excentricidad al villano de turno, resolviendo todo con un par de trompadas antes que con algún artilugio tecnológico sofisticado.

Pero quizás lo peor de la película es que ni Gemma Arterton ni Olga Kurylenko son Eva Green. Son chicas Bond muy lindas y hacen lo que pueden con lo que les tocó, pero no tienen la belleza devastadora y la mirada penetrante de aquella. Tampoco son Vesper (aunque eso no sea culpa de ellas), con lo cual son olvidables y nos importa poco lo que les pase en la película. El Bond de QoS esconde debajo de esa apariencia seca y dura a un tipo sentimental que está de luto por la pérdida de un gran amor. Esa tristeza subterránea está todo el tiempo en el rostro de Daniel Craig, pero la película solo se hace cargo de ese duelo con diálogos y escenas obvias y lo convierte en una simple excusa para generar la historia en vez de hacer que también sea el corazón de la película. De esta manera, todo se convierte en una seguidilla de persecuciones en diferentes locaciones, en pura burocracia de peleas sin alma porque Bond no está buscando lidiar con esa pérdida (lo está, pero solo desde la superficie) sino solo cumpliendo con su laburo rutinario. Igual que Camille, que explica a través de un diálogo por qué quiere matar a uno de los personajes, como si con eso alcanzara para sentir todo el dolor que haría que nos importara que maten al malo de la película, que estemos esperando ansiosos la escena en que lo maten. No hay deseo en este Bond, de ningún tipo. O está, hay personajes que quieren venganza, otros que quieren poder, pero nos es indiferente si logran o no su cometido.



Eso sí, me gusta mucho la publicidad de Sony Bravia promocionando la película. Hay más cine en ese minuto que está hecho solo para exhibir la definición de imagen increíble del HD que en toda QoS. Por lo menos ahí puedo ver la reacción de Bond ante cada impacto y entiendo de dónde viene cada explosión en el plano. O sea, hay una mínima idea de puesta en escena que hace que uno pueda disfrutar porque lo que está pasando es inteligible. Y Daniel Craig está muy guapo con su traje hecho a medida, manteniendo su postura elegante y británica a pesar de que lo estén atacando por todos lados. That is indeed very Bond, James Bond.

3.11.08

Awesome people: Harrison Ford

Reason nº 8932836201 why Harrison Ford is one of my favourite people:



Trick-or-treating dressed as a giant peapod is now on my To Do list.

30.10.08

The Poet McTeagle




This is probably my favourite Monty Python sketch. It’s not very well-known, unless you are a hardcore fan and have seen every Monty Python’s Flying Circus episode. It doesn’t have the word “spam” or any of their strange and catchy phrases; it’s not even structured in the usual chaotic and random way most of their sketches are, but for me it summarizes what I love about these british loonies in a perfect way. In about 4 minutes, they create a mockumentary about a poet named Ewan McTeagle where they manage to expose and destroy various common places regarding poetry, documentary language and literary criticism. It starts with the typical television documentary frame of the subject in the midst of the environment he belongs to: in this case, a Scottish highland landscape. The music duplicates the information, as we listen to pipes and immediately think of Scotland. The voice over describes what we are seeing in a cheesy wannabe poetic style, telling us how we are supposed to read those images before us. Everything else is just as cliche. What is abnormal is the actual subject of the documentary: McTeagle is just a grumpy scotsman who sends letters because he needs people to lend him some cash.

I find the entire analysis of his work hilarious because all that nonsense and pretentiousness applied in it not only makes me think that the idea that a few can decide what is art and what is not is very arbitrary and capricious, but also that laying an aesthetic point of view on something that wasn’t created for that purpose implies an exercise of power from those who do it. But I’m rambling on.

The intellectuals that analyze McTeagle’s work are “a very good playwright”, who obviously has a typewriter and a bookshelf behind him, and a poetry expert sitting on the most ridiculous chair; the actor who does a rendition of his best poem does it while wearing a crown and enunciating with pauses and drama: Monty Python is all about showing us just how silly we become when we take things too seriously.



Ewan McTeagle’s masterpiece:

Can I have, fifty pounds to mend the shed?
I'm right on my uppers.
I can pay you back when this postal order comes,
from Australia.
Honestly.
Hope the bladder trouble's getting better.
Love, Ewan




Now that’s poetry. Or pottery, whatever.

28.10.08

Alfajores



Mi alfajor preferido es el Terrabusi de chocolate. El original, no todas las versiones que aparecieron después con relleno de crema o símil torta o alguno de estos otros mutantes actuales, aunque es cierto que el triple se la banca bastante bien. Me acuerdo de la época en que había salido el Bagley Blanco y Negro con una publicidad medio cool y cómo estaba de moda que te gustara ese alfajor. Mis compañeros de colegio debatían cuál de los dos era el más rico y uno se tenía que poner de un bando o del otro (el blanco, definitivamente), como si en esa decisión se jugara algo que definía qué clase de persona eras. El Bagley era más para caretas, para las chicas a las que les importaba qué se ponían debajo del guardapolvo aunque la ropa no se viera; los que usaban el guardapolvo que les había donado el hermano se compraban Jorgito. Hubo un tiempo en que te podías comprar 5 Guaymallén por 1 peso, que era una gran opción para el ataque de hambre en los recreos y para compartir y quedar bien, pero yo prefería tener un sapo en la barriga y gastar 50 centavos en un Terrabusi: en asuntos de chocolate la calidad siempre fue más importante que la cantidad (y que ciertas amistades). Después vino el Milka y cambié el dulce de leche por el mousse por un tiempo, pero siempre vuelvo al Terrabusi simple, al clasicismo en materia de alfajores.

De los alfajores no tradicionales que salieron de una golosina previa, me gusta mucho el Bon-o-Bon. El alfajor de maicena lo como sin el coco rayado. El santafesino no me gusta nada. Mi papá era fanático del Suchard, que llegó a competir con el Milka porque los dos eran de mousse, pero Suchard al final desapareció porque la empresa quebró o la compraron o algo, y mi papá pasó a los postrecitos de Balcarce. Los alfajores Balcarce no son malos pero siempre fueron opacados por los Havanna, que todavía tienen ese aire exclusivo de no venderse en los kioscos y de que haya que buscar un local en la ciudad o que alguien te los traiga de Mar del Plata. Los Havanna siempre tienen gusto a viaje y mar.

Los alfajores son mi golosina preferida. Ahora que estoy haciendo régimen y están prohibidos (si tengo que elegir sólo un dulce durante la semana, el helado va a ganar siempre, por lejos) sólo puedo tener un leve atisbo de esa sensación de masa y dulce de leche mezclados comiendo un Ser. Ciento y pico de calorías y gusto a chocolate con culpa, muy lejos de esas tardes en la puerta de mi edificio comiendo Terrabusis con mis amigos hablando de temas importantes, como cuál de los Bagley prefería el chico que te gustaba.

Well, fuck that.

27.10.08

Burn after reading




No sé para qué fui a ver Burn after reading. No me gustan nada los Coen, los críticos con los que generalmente coincido la habían destrozado, Clooney ni siquiera estaba tan lindo como para por lo menos distraerme por ese lado (ni hablar de Brad Pitt, pero él nunca está lindo). Pero me ganó el marketing, los carteles con letras saulbassianas en la calle y ese lugar común de hay-que-ver-la-última-de… y pagué la entrada en el Showcase para pasarla mal durante una hora y media en un universo donde todos los seres humanos son imbéciles o cretinos o infieles o incompetentes o todo eso junto. Los Coen habían subido unos puntos con No country for old men,  pero lo que hizo que esa película funcionara estaba más bien relacionado con el material que tomaron para adaptar. La novela de Cormac McCarthy construía, además de un villano inolvidable, una mirada muy desencantada sobre el mundo que en la película lograba imponerse por sobre la canchereada trademark de los guiones escritos por los propios Coen. El estilo de narración seco y matter-of-fact de McCarthy trasladado al lenguaje cinematográfico atenuaba en gran parte el gesto cool y los aires de superioridad intelectual desplegados a lo largo de toda la filmografía de los hermanos. Era una misantropía más melancólica, casi cansina. Los actores ayudaron mucho en ese aspecto, porque Tommy Lee Jones lograba que viéramos en él a un hombre que observaba con impotencia cómo ya no formaba parte de ese mundo violento y cruel, y como buen actor de la vieja escuela lo hacía bancándose planos largos sin recurrir a ninguna gestualidad de más, evocando todo eso con su mera presencia  y mirada grave. Lo mismo sucedía con Josh Brolin, el mejor actor de la película, que era pura acción y cuerpo en peligro, puro cine en movimiento (Brolin también se robó todas las escenas de American gangster el año pasado, y está claro que su rostro fue moldeado para pertenecer a los ‘70). La caracterización freak y poco naturalista de Javier Bardem, en cambio, se justificaba porque su personaje era la representación de una violencia azarosa, venida de la nada, desalmada y desbordada para cualquier lado, violencia ya imposible de ser contenida por un sheriff o un emblema en una chaqueta, por una autoridad anclada en cierta realidad conocida. Violencia sin humanidad, tenía que estar puesta en el cuerpo de un asesino estilo Terminator con peinado aparatoso y acento raro, para descolocar lo más posible. En Burn after reading, en cambio, uno de los mayores problemas está en que todos los actores principales se impregnan de la mirada condescendiente de los Coen y opinan sobre su personaje más que interpretarlo. Lo juzgan, lo parodian, como queriendo demostrar que ellos no son así de nefastos y que además está mal ser así de nefasto, entonces uno no ve un ser humano nefasto sino un ente que hace acciones y dice textos pero que no tiene carnadura, que no pertenece a ningún universo verosímil. George Clooney se la pasa haciendo morisquetas molestas y burlándose de su carisma, como si eso lo legitimara más como actor serio; Brad Pitt actúa la idea que tiene en su cabeza de cómo es un boludo fanático de la gimnasia, en vez de quizás haber ido a un gimnasio y tomado a un boludo real como modelo para hacerlo algo más creíble; Frances McDormand es la que peor está, sobreactuando todo el tiempo para que no quepan dudas de que ella ni loca se haría cirugías, y que encima es tan segura de sí misma que no tiene problema en mostrar sus “defectos” físicos, así de buena actriz soy, quiero-agradecer-a-los-miembros-de-la-Academia. Tilda Swinton y John Malkovich, incluso en personajes default para ellos, también están tensos y exagerados. Todos los planos se cargan del mismo nivel de tosquedad que las actuaciones porque ese tono socarrón y de sátira mal entendida está constantemente subrayado (y en itálica, en negrita y con resaltador amarillo), como si los Coen estuvieran más preocupados por explicitar y dejar bien en claro su opinión sobre los temas “importantes” de los que habla la película (la paranoia de la sociedad norteamericana  después del 11 de septiembre, la superficial obsesión por la perfección física), antes que ocuparse de narrarnos una historia. Entonces,  todo se vuelve denso y aburrido, y nos importa muy poco el devenir de estos personajes. El único momento liviano y divertido de toda la película, a cargo de Sledge Hammer y J.K. Simmons, aparece en la última escena, pero eso no alcanza para que el despliegue de desprecio hacia la raza humana que se vio antes no quede como sabor amargo. El tema con los Coen no es que muestren gente estúpida y cruel, que existe, sino que lo hagan colocándose en ese Olimpo del plano cenital inicial de la película para verlo todo desde una distancia sobradora, sin involucrarse o preguntarse de verdad por qué (o para qué, o cómo) existe esa imbecilidad. No hay búsqueda de diálogo, de cuestionamiento; solo un universo cerrado en sí mismo creado por ellos, seres inteligentes e iluminados, que lo único que hace finalmente es mantener ese status quo. Es un cine demagógico hecho para que aquellos que se crean incluidos dentro de esa élite se rían un rato de -nunca con- todos esos tarados, quienes además se merecen toda la crueldad que se ejerza sobre ellos por ser así de tarados. También hay un pésimo uso de la música, que busca crear clima de suspenso para después desmentirlo con pavadas, y escenas de “humor” que no funcionan, como la de la silla con vibrador, que habría sido un gran momento en alguna comedia de Judd Apatow si la hubiera hecho Steve Carell, y que acá es forzada, sosa y sin timing cómico. Si hasta el personaje más noble y bueno  es el que recibe el peor desenlace, con asesinato a balazo y hachazos. Una película vil, que se disfraza de comedia negra que critica cierto estado de cosas en el mundo, cuando en realidad solo se vanagloria de ser lo suficientemente lúcida como para discernir ese estado de cosas sin la más mínima intención de modificarlo. Un mero regodeo vacío y jactancioso, de una llanura intelectual que confunde fealdad con profundidad. O sea, un cine conservador y reaccionario. Quizás la peor película del año.

30.9.08

Bebés y políticos



Por algún blog suelto en internet encontré un post con muchas fotos de Obama posando con niños durante la campaña. Aparecía besando bebés con frases de apoyo tipo Vote 4 Obama escritas en su frente, sonriéndole a nenes que lo miraban con admiración, con sus hijas acompañándolo, y me di cuenta mientras las iba viendo de que todo eso me generaba mucha simpatía y hacía que Obama me cayera bien. Nunca me puse a pensar por qué es tan importante para los candidatos hacer ese teatro para ganar popularidad cuando en realidad poco tiene que ver su capacidad de gobierno con el que le caigan bien los chicos (y viceversa). Pero después me acordé de Air Force One, una película en la que el Presidente de Estados Unidos de América es un family man perfecto, con una nena hermosa y una mujer que lo apoya en todo, que en un momento de la trama se ve forzado a decidir entre dejar que el terrorista que secuestró el avión mate a su hija o tomar una decisión política dañina para su país. Y el tipo elige salvar a su hija. Ni siquiera le da tiempo a que el villano termine su conteo mientras le apunta a la nena con un arma: al “Two”, el hombre-más-poderoso-del-mundo, con lágrimas en los ojos, le dice que ok, que le da lo que él quiere, pero que deje a su familia tranquila. Es un momento que emociona de verdad en la película, porque aparece el padre -con quien más nos identificamos porque es como nosotros- antes que el líder político, que es un ideal (por lo menos desde la mirada norteamericana). Claro, todo sería de una ideología pro-yanqui insoportable si no fuera porque el presidente es Harrison Ford –o sea que es Indiana Jones también–, con lo cual automáticamente creemos en su honestidad y hombría de bien, y porque el villano, que es un terrorista ruso que exige la liberación de un general comunista, le dice un par de verdades a Mr. President en la cara y explica su ideología de manera clara y con argumentos válidos sin que la película se burle de él cuando lo hace. Además, lo interpreta Gary Oldman, que en términos de cool, rankea bien alto, casi al mismo nivel que Harrison.

O sea que sí, que quizás entiendo por qué los candidatos tienen que salir a besar niños en la frente antes de las elecciones. Porque aun sabiendo que todo ese circo es prefabricado, pensado desde los miles de asesores de imagen, hay algo en esa conexión básica y honesta con los chicos que nos causa ternura y nos hace pensar que estamos frente a un ser humano que no va a dudar en poner a sus personas amadas por delante de su país, y que eso mismo es lo que va a hacer que también tome las mejores decisiones políticas, porque, como en Air Force One, esos personajes son los que ganan al final. Son los buenos de la historia. Es una utopía, un lindo cuento de Hollywood. No existe, pero nos gusta que nos lo cuenten.







Y sí, a mí me encantaría tener de presidente a Harrison Ford.

28.9.08

A pig on a cage




Volví a escuchar después de mucho tiempo este poema musical de Radiohead, del album OK Computer. La melodía del piano que intenta inmiscuirse en medio de la voz hipnótica de robot me produce una tristeza enorme.

Fitter happier

Fitter, happier, more productive,
comfortable,
not drinking too much,
regular exercise at the gym
(3 days a week),
getting on better with your associate employee contemporaries ,
at ease,
eating well
(no more microwave dinners and saturated fats),
a patient better driver,
a safer car
(baby smiling in back seat),
sleeping well
(no bad dreams),
no paranoia,
careful to all animals
(never washing spiders down the plughole),
keep in contact with old friends
(enjoy a drink now and then),
will frequently check credit at
(moral) bank (hole in the wall),
favors for favors,
fond but not in love,
charity standing orders,
on Sundays ring road supermarket
(no killing moths or putting boiling water on the ants),
car wash
(also on Sundays),
no longer afraid of the dark or midday shadows
nothing so ridiculously teenage and desperate,
nothing so childish - at a better pace,
slower and more calculated,
no chance of escape,
now self-employed,
concerned (but powerless),
an empowered and informed member of society
(pragmatism not idealism),
will not cry in public,
less chance of illness,
tires that grip in the wet
(shot of baby strapped in back seat),
a good memory,
still cries at a good film,
still kisses with saliva,
no longer empty and frantic
like a cat
tied to a stick,
that's driven into
frozen winter shit
(the ability to laugh at weakness),
calm,
fitter,
healthier and more productive
a pig
in a cage
on antibiotics.



La letra es devastadora.

16.9.08

Le cochon danseur

No me acuerdo cómo fue que encontré este corto de 1907 de Pathé, pero por algún motivo hoy me vino la imagen del cerdito danzarín en mi cabeza y lo vi de nuevo:



Una película de David Lynch me da menos miedo. Fucking. Creepy.

The Road




I haven't read a book in two months. I used to read one per week a few years ago. I can't concentrate, I get sleepy in the bus, I don't have time because of my stupid job, my eyes are tired, an excuse is an excuse is an excuse. I haven't stopped buying them though; I have this uncontrollable urge to get new books all the time, even when I know I’m not going to read them. It’s more about owning them, making them mine and knowing that they’ll be waiting for me in my bookshelf whenever I’m ready for them; there’s something very soothing and reassuring about that feeling. I also love the book as an object itself, regardless of what’s inside. I love its smell and texture, how heavy it feels in my hands. I began to read four of all the novels I bought these last two months, but I couldn’t fall in love with any of them right from the start, in those first pages where you get the feeling that whatever you are reading is about to take you to another dimension, away from the noise of the people in the bus, the walls of your room, the walls of your world.

Last book I completely fell in love with was Cormac McCarthy’s The Road. That’s the one I read two months ago and now I’m thinking that there might be a reason why I haven’t been able to continue with my regular reading habits after it. The Road has a subtle yet strong aftertaste; its mood lingers for quite a while once you finished it, making it very difficult to move on to the next fictional universe to settle yourself in. In a post-apocalyptic world, a Man and a Boy -with capital letters because they are the humanity in its entirety-, father and son, try to survive. That’s all they do throughout the story: they walk along the empty road trying to reach the sea, putting up with freezing temperatures, trying to find food where there is none left, escaping from the frightening bad guys and comforting each other in the middle of the cruel, inhuman reality that surrounds them. McCarthy tells all of this in a very matter-of-fact, almost detached writing style, and manages to makes us feel the desperation of the characters in little gestures, in mundane, short dialogues that remind of the ones Vladimir and Estragon have in Waiting for Godot, except here it is clear from the very beginning that there is no Godot to wait for. McCarthy describes that dystopia without a fancy reassuring science-fiction genre-like explanation as to how the world ended that way; he does it in whispers, making the bleakness that much more unbearable, precisely because of the acceptance to it, the submission to it. There’s no solution in the horizon. It feels natural then that the dialogues have no quotation marks or that there are very long sentences without commas: they seem like a useless extra effort the narrator (or the characters) can’t afford, a luxury not to be taken into account in such hard conditions. And that’s why the truly alluring aspect of McCarthy’s narrative is that every now and then, in the middle of a description, a dialogue or a character’s train of thought, he'll produce a phrase that is sheer poetic beauty, and he does so in a very understated way, as if he didn't want to make a big deal out of it. Those moments are long-lasting because they are rare; because, like the food or shelter the Man and the Boy can eventually find, they show that, in spite of the ashes and dirt all around, the beauty that is left in the world will still get you and move you. The Road is a hopeful novel in the cruelest way possible.

And since the last paragraph of the book is painfully, breathtakingly beautiful, it is only logical that I haven’t been able to get away from it and go to a new created world where I could settle for a while. I’m still quite comfortable here:


"Once there were brook trout in the streams in the mountains. You could see them standing in the amber current, where the white edges of their fins wimpled softly in the flow. They smelled of moss in your hand. Polished and muscular and torsional. On their backs were vermiculate patterns that were maps of the world in its becoming. Maps and mazes. Of a thing which could not be put back. Not be made right again. In the deep glens where they lived, all things were older than man, and they hummed of mystery."






Viggo Mortensen is The Man is in the upcoming movie. Best casting decision ever, basically.

27.8.08

Hot Bitch: Christian Bale




Me gusta Christian Bale desde que lo vi en El imperio del sol, esa gran y subvalorada película de Spielberg. No recuerdo cuántos años tenía yo, pero el pendejo tenía trece años y se bancaba como nadie un personaje muy complejo, que mutaba del nene bien y caprichoso al adolescente obligado a convertirse en adulto por la guerra. Los amé enseguida (a Jim y a Christian).
Varios años más tarde y Bale creció, por suerte. Ahora está más bueno que un kilo de helado de Persicco (y otro de Volta), pero sobre todo sigue siendo un gran actor, a veces excedido de método, otras contenido y exacto, que quizás no se gane un Oscar en toda su carrera, aunque me parece que ser el mejor Batman cinematográfico vale más que tener uno de esos Academy Award Winner® subtítulos debajo de su nombre en alguna película serious and/or uplifting, seguramente dirigida por Ron Howard o Sam Mendes (aun así quiero nominación para Heath Ledger y muchos premios para The Dark Knight).

Además, Bale está bastante loco. No por nada Patrick Bateman le salió perfecto, igualito que en el libro. Es de esos actores muero-por-mi-arte que baja 2182719821 kilos por un papel y se come gusanos vivos porque se lo pide Herzog. Pero esa intensidad no está solo en cómo prepara sus roles: hay algo en él, en su mirada penetrante y cuerpo tenso, una locura contenida que parece que está por soltarse en cualquier momento. En casi todas sus entrevistas -que son muy pocas, no le gusta todo ese laburo extra de tener que promocionar las películas- está incómodo, raro, ultra-serio. Y así, en medio de las respuestas de rutina, manda frases como esta:

"I still do all the things I've always done. I would never want to give up a life of just bumming around, and hanging out by the freeway, or cemeteries, or the parking lot of the 7/11. I would hate to give that up."

Bale, you crazy bitch.

21.8.08

La mujer sin cabeza




El otro día vi La mujer sin cabeza. Me pasó algo raro con la película. Entiendo por dónde va, leo las críticas y todo me cierra, el asunto del que habla me resulta fascinante, pero solo por momentos lo experimenté como tal desde el hecho estético y no desde su interpretación, desde el análisis frío, calculado. Una mujer, una burguesa/madre/esposa/hermana/dentista/otros roles sociales, atropella un algo en la ruta. Un perro, un chico, un ente, no importa. Se lastima la cabeza en el choque, va al hospital, se comporta de manera desconcertada, quizás tiene una contusión grave, quizás se siente culpable, no importa. Si uno lo piensa bien, la sensación de extrañeza ya venía desde la primera escena, previa al accidente, con los diálogos superpuestos, flotando en el plano y la situación tensa del nene que no quería salir del auto. Pero el punto de inflexión de la película es el choque, que termina con el mundo as Vero knows it y empieza uno nuevo, al que le basta estar solamente un poco desfasado de aquel para generar miedo y ajenidad. De golpe todo se impregna de un halo confuso, raro, donde las acciones cotidianas se vuelven hechos que no tienen sentido si uno los observa desde la percepción de Vero. Ir a trabajar, hacer un cafecito, buscar macetas, viajar en auto, todo está alienado; lo que está constantemente en primer plano es la cabeza de Vero, su cabellera rubia, su cuello regio, su mirada. El problema es que la película casi nunca logra que ese clima sea genuino y no impuesto (con planos perfectos, con un trabajo del sonido brillante, con una actuación de María Onetto llena de sutilezas, pero impuesto). No sé si el problema es que haya demasiada planificación: La ciénaga también era una película pensada hasta el más mínimo detalle pero aun así había algo sensual, una textura en esos cuerpos echados que era siempre más que lo que fuera que connotaran. Hay además alguna situaciones-Martel que se sienten más como lugares comunes que como marcas de estilo (la pileta, las relaciones incestuosas) y algún que otro vicio del llamado nuevo cine argentino como Inés Efron, actriz a la que me imagino haciendo el mismo papel de chica rara en diez películas más, hasta que aparezca el nuevo actor freak que la reemplace. Sentí que había una mayor preocupación por plantar muchos indicios en el plano para “interpretar” la película que para apoyar la cabeza en el respaldo y viajar a ese mundo propuesto por Martel. Solo por momentos logré sentir esa otredad, esa violencia ahogada: en la escena en que María Vaner le dice a Vero que hay espíritus en la habitación y en el fondo del plano, de forma borrosa, aparece un nene –escena que de verdad da miedo-, cuando el chico que se golpea jugando al fútbol no se levanta, cuando el muchacho que le lava el auto la ayuda con las plantas (casi todas las escenas con nenes, en definitiva) y en el plano final que sí, es perfecto y quizás el mejor de la película. Con Mamy Blue de fondo, canción setentosa, europea y anacrónica, la película se corre del punto de vista de Vero y la suelta a ese nuevo mundo al que parece haberse resignado a vivir, dejándonos a nosotros observarla desde lejos en una reunión en la que se saluda con sus amigos/parientes/amantes, a través de un vidrio que hace borrosa la imagen. La película la libera o la condena, nos la quita como punto de apoyo y nos propone que ahora nos hagamos cargo, en soledad, cuando salgamos de la sala de cine, en nuestro mundo, de la percepción distorsionada de Vero. Es una final inquietante, perturbador y hermoso.

Hi there...

Uff, lo que tardé en crear este blog. Días hasta que encontré un nombre que estuviera disponible, que me gustara, que no fuera un estilo "citacooldealgunapeli" o "cinefilamal" o alguna cosa tipo nick de chat a lo "ChicaLatina239". Me decidí, no por una cita, pero por algo parecido, y porque me gusta el contraste de las dos palabras method y madness. No es del todo original, pero me habla a mí, de algo muy mío, y eso me basta. Quizás lo cambie en algún momento. Todo el tiempo dudo de mis elecciones. Nunca podría hacerme un tatuaje.

Ahora, por qué lo creé, no tengo mucha idea. Estoy muchas horas al día en internet, pero no tengo facebook o fotolog, ni myspace, ni siquiera uso msn. Pero después de dar muchas vueltas decidí tentarme por lo menos con un trend cibernético, y este me pareció el más interesante. Es como llevar un diario íntimo, aunque menos lindo que el de mi infancia, que era rosa y se cerraba con una llave que usaba como colgante (estoy segura de que un password es menos seguro). Es un espacio para pensar en voz alta, para acordarme de que la mejor forma de crear una idea es ir buscándola en el lenguaje. Por eso, por momentos también voy a escribir en inglés. A veces una palabra en un idioma evoca algo que no lo hace la traducción más cercana en otro.

Además, voy a postear cosas que encuentre en internet y me parezcan divertidas/interesantes/absurdas, para que me queden archivadas por algún lado.

Paro acá antes de pasarme dos horas más decidiendo el color del background y los diferentes fonts. Fuck that shit. Me gusta el negro aunque me da un poco de cosa el que de muy emo, de mina depre, pero blanco me lastima la vista.


Vamos a ver qué sale de esto.


Now children, are you sitting comfortably? Then I'll begin.